Algo de música...

Páginas

domingo, 22 de junio de 2014

La selva

Una línea trazada irregularmente sobre una promesa. Una ruta nueva en una montaña perdida, o una selva virgen que es encontrada por un ilusionado explorador. Un río eterno. Y por lo tanto, un dolor eterno. Como el recuerdo de un pariente muerto, o como la aceptación de la cercanía de la muerte en las personas que nos rodean. Quedémonos con la metáfora de la selva y el explorador.

Una noche cualquiera, un explorador decide partir en busca de felicidad a un nuevo entorno, a una selva virgen que nadie antes ha pisado. La felicidad que busca, claro, está en él mismo, y lo sabe, pero necesita sacarlo a la luz de alguna manera. Su manera es una nueva aventura. Una bonita manera de hablar de valentía. Aunque es una valentía disfrazada, porque ha llegado a la selva a causa de una soledad infernal, una vida de ciudad desdichada, y una felicidad tan olvidada, que la necesidad de recordarla y volver a sentirla lo ha conducido hasta la selva. La selva de la promesa.

Todo está oscuro cuando llega a su destino, decide ir en busca de agua, pero no la encuentra. También busca comida con la misma suerte. Además, la humedad de la selva le impide hacer una buena fogata. Está completamente solo, empieza a recordar, a reflexionar, y enloquece. Pierde el control y empieza a correr, permitiendo a las ramas de los árboles abrirle heridas que ni siquiera siente, clavándose piedras en sus pies descalzos. Pero sin inmutarse, pues el verdadero dolor, el que se encuentra en su mente, y su conciencia se preocupa en recordar, deshace cualquier índice de sufrimiento externo que pudiera sentir.

De repente ocurre algo. Se calma, porque encuentra una línea imperfecta en el suelo, y decide seguirla. Al poco rato encuentra el agua, logra pescar para así alimentarse, y encuentra un rayo de luz que aprovecha para encender una fogata. Logra sobrevivir gracias a una línea que ha creado una promesa, y es lo único que él no sabe.

La promesa de que el dolor se convierte en felicidad según de dónde se mire.

A.F.

viernes, 20 de junio de 2014

Todo un misterio

"Resulta ser para mí todo un misterio ver que han vuelto esas ganas de reír, esas ganas de responder ingeniosamente a cualquier tontería (pero qué tontería tan poco tonta), gracias a ti. Volviste de la nada, e hiciste que mi nada tuviera un poco más de ilusión, y de esperanza. Como cuando siento que estoy más viva. Y créeme que lo siento única y exclusivamente cuando vuelvo a comprobar tu existencia. Que existes, joder, existes de verdad. Y eso para mí es como volver a nacer, ver que tras haberte marchado por tanto tiempo, has vuelto. Estás aquí. Has vuelto, querido imbécil. Has cumplido tu promesa y te estoy completamente agradecida.

Pero no quiero que te vayas, no quiero volver a sentir cómo muere toda esperanza en mí cuando siento que ya no estás. Me ha pasado muchas veces. Muchas veces y siempre por ti.

No vuelvas a irte, por favor.

Invítame a cenar, pago yo si quieres, que sé que eres algo rata. Vayámonos a un sitio barato y cutre, hagamos del lugar el olvido y pensemos sólo en que estamos los dos, allí y entonces. Hazme reír, por favor, es lo único que te pido a cambio. Que hagamos del sitio barato y cutre una maratón de malos chistes, y de risas aún más tontas. Una cena, tan solo una cena que se convierta en un momento que no olvidemos ni queriendo. Aun así, yo nunca querría olvidar(te). Tampoco tengo intención de hacerlo.

Salgamos corriendo y gritemos que la noche es nuestra, hagamos que la Luna nos mire. Hagamos que alucine con nosotros y sigamos corriendo hacia un destino indefinido que llegará en cualquier momento. Por ejemplo cuando yo tropiece con lo que sea y me caiga, sería lo típico en mí; ya sabes que soy torpe. Me alegra que lo sepas. Bueno, más concretamente me alegras tú."

Ya está, las comillas han cerrado mis pensamientos, ahora toca adivinar a quién van dirigidas mis palabras. Quiero decir que hasta para mí es un misterio, pues en realidad he tenido en mente a varias personas mientras escribía. A veces no es lo que parece que es, y hay que centrarse un poco más en leer entre líneas. Ni siquiera sé si alguien logrará descifrar todos los secretos de este texto algún día.

Es todo un misterio.

A.F.

martes, 17 de junio de 2014

La lucha

Llega el verano pero todo sigue tan oscuro como siempre. Sonrío más, sí, pero también miento más. A veces, incluso acabo creyéndome mis propias mentiras y me olvido un poco del mundo. De mi mundo.

He conocido nueva gente, y ya la quiero. Y aun sabiendo que acabarán dañándome, la sigo queriendo. Quizás aún más por esa misma razón. Me gusta conocer a la gente, pero cuando acaban conociéndome a mí de verdad, algo ocurre. Algo falla. No estoy hecha para la gente. Quizás ni siquiera lo esté para mi misma. Porque no me quiero, no me gustan mis costumbres, ni mi comportamiento, ni mi ser, ni nada que tenga que ver conmigo. A veces siento que soy un licántropo que no necesita transformarse para perder el control y llorar a la luna llena.

Ni siquiera tengo fuerzas para derramar una sola lágrima a la Luna, tan solo la admiro con tristeza, sintiéndome así un poco más feliz. Es lo único que merece la pena observar con un poco de cariño y mucho dolor. Con infinita admiración. Con ganas de que nunca desaparezca, de poder verla cada noche, de quererla.

"Le asomaba el dolor por la garganta y se lo tragó despacio."

Me encanta esa frase. Siempre me ha gustado añadirle unas palabras más:

"Pero no pudo tragarlo del todo, porque antes de lograrlo se ahogó."

Creo que por eso el dolor me hace sentir viva, porque así temo menos la muerte; ya que no puede ser mucho peor que mi día a día. Y no digo que sufra. Es más, adoro malévolamente mi desdicha, pues me hace luchar cada día contra ella y me da razones por las que seguir con vida.

Vivo luchando contra mi propia vida.

Y es lo único que realmente me encanta.

A.F.